Entender la evolución y comprender qué es el erotismo y cómo lo vive la mujer del siglo XXI es muy importante para saber cómo se la puede satisfacer en el ámbito íntimo y sexual
Factores conservadores de la sexualidad
El erotismo en la mujer es un tema bastante complejo. Las mujeres carecen de modelos culturales fuertes que permitan formarse una idea clara sobre la mejor manera de vivir su sexualidad. A pesar del movimiento de liberación femenina que comenzó en el siglo pasado, identificar y vivir en plena libertad la sexualidad y el erotismo sigue siendo una asignatura pendiente para la mujer.
Seguramente, al decir “plena libertad”, pasen por la mente imágenes fugaces de desenfreno. Este tipo de representaciones muestran precisamente que el referente mental imperativo en nuestras sociedades es el masculino. Se habla de una mujer “liberada sexualmente” solo si ejerce su sexualidad como lo haría un hombre.
Ahí es donde está uno de los grandes equívocos en este tema. En primer lugar, porque una buena parte de los hombres no tiene libertad sexual. Sino que más bien viven «esclavizados» a los mandatos de su pene. Y, en segundo lugar, porque la anatomía, y por lo tanto el mundo interior de una mujer, es muy diferente a la de un hombre. Eso sin contar que tanto unos como otras vivimos en el marco de una cultura que imprime deseos y necesidades que también aluden a la forma de sentir placer.
Mujer y hombre en la cama con erotismo
Hace menos de un siglo todavía predominaba la idea de que no había nada que saber acerca del placer sexual en la mujer. De hecho, no había razón para pensar que la mujer debiera sentir placer durante el sexo. Si lo sentía, quién sabe, puede que tuviera algo mal en su cabeza o en su corazón. Y por mucho que lo nieguen ahora, sigue habiendo personas que en el fondo piensan así.
Con los estudios de Másteres y Johnson se llegó a la conclusión de que las mujeres también experimentaban orgasmos. De hecho, se comprobó que sexualmente podían tener mayor vitalidad que la mayoría de los hombres.
Y sus orgasmos podían ser múltiples. A diferencia del género masculino, no había límite en la cantidad de relaciones sexuales que podían tener en cortos lapsos. La vagina se convirtió entonces en el nuevo foco de atención de los científicos. El clítoris se reveló como el nuevo gran protagonista.
Cada año salía un nuevo estudio que agregaba revelaciones: el punto G, las zonas erógenas, las fases en el acto sexual femenino. Y mucho más. Pero pocos fueron los estudios que le dieron importancia a la sexualidad femenina más allá de la vagina.
Y así fue como la idea de que un hombre con educación sexual era aquel que se mostraba capaz de entender que la mujer también sentía placer sexual y que tenía la posibilidad de oprimir la tecla correcta para producir orgasmos en serie, pero no siempre es así y en ese pequeño porcentaje de pensamiento es en el que nos apoyaremos.